No hay primera sin segunda


El fútbol es el reflejo vivo de la movilidad social en el Perú: unos suben, otros bajan; sí, suben, pero también bajan. La Segunda División podría ser genial, el próximo año, si en ella participaran instituciones como Municipal, Boys, Alianza, Chalaco y Ciclista, clubes tradicionales, pero mal administrados por unos gerentes entre 'yuppies' y 'achorados', acostumbrados a actuar con cartas bajo la mesa en la densa oscuridad de la noche. Incluso se podría invitar a la 'U' y todo quedaría en casa.

La Primera División, más bien, se encuentra plagada de clubes emergentes, nuevísimos, algunos de ellos bien administrados, pero otros con vara, viviendo de los auspiciadores o de un supuesto canon deportivo. Los clubes que están bien administrados no tienen, curiosamente, hinchas. No despiertan las simpatías del pueblo. La Universidad San Martín de Porres o el Bolognesi, por ejemplo, tienen las cuentas claras, las planillas al día, pero sus tribunas lucen vacías. La administración 'chonguera', caótica y trafera va de la mano con las instituciones señeras de Lima y el Callao. Esos dirigentes gustan apelar al corazón de sus seguidores, pero no se dan el trabajo de mostrar números al final de su gestión; los mecen, los engañan, juegan con sus corazones. La excepción es Cristal, cuyo dueño cuidará sus bolsillos con razonamiento económico.

No podemos dejar de mencionar el caso extremo de Alianza Lima que bordea el límite de la impunidad. La culpa ahora la tendría la disputa por la presidencia entre Carlos Franco (presidente interino) y el opositor Augusto Claux. La lucha democrática por acceder al cargo sería la responsable de la deplorable actuación del equipo. ¿De cuándo acá, me pregunto, una elección es culpable de un mal momento? ¿O quizás la explicación sea que las reglas electorales son turbias y se guían por el legendario lema "papelito manda"? Jamás una elección llevada a tiempo puede explicar un comportamiento tan opaco en el terreno de juego.

No hay nada peor que un club tradicional mal administrado. El descenso del Sport Boys es un mensaje a la nación, quizá el más claro: no importa cómo te llames; si la has hecho mal, irás directo al fondo del abismo. La política en el Perú debería guiarse por esas reglas. Y la administración de justicia también, por supuesto, sin acomplejarse con aquellos prófugos que reaparecen con gafas ahumadas, como 'playboys', hablando incoherencias hasta por los codos.

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